El dolor
- Mari Sh
- 2 oct
- 1 Min. de lectura
El dolor es de esas cosas que todos conocemos, pero nadie sabe explicar del todo. Llega sin pedir permiso y se instala en rincones donde pensábamos que estábamos a salvo. A veces golpea fuerte y otras se va colando despacio, como una sombra que no deja de seguirte.
Lo que más duele no siempre es lo que pasa, sino lo que rompe dentro de ti. Esa confianza que se quiebra, ese sueño que ya no será, esa parte de ti que ya no vuelve a ser la misma.
Y está bien reconocerlo: el dolor cambia. Te obliga a parar, a mirar hacia dentro, a sentir todo eso que preferirías esconder. Te enfrenta a tu vulnerabilidad, pero también te muestra lo fuerte que puedes llegar a ser.
Porque aunque ahora queme, aunque te sientas roto, el dolor también es un maestro.
No uno amable, claro. Es duro, incómodo, injusto a veces. Pero con el tiempo deja huellas que, como en el kintsugi, pueden transformarse en algo que no se oculta, sino que se ilumina.
El dolor no desaparece de un día para otro, pero poco a poco deja espacio para lo nuevo. Para volver a levantarte, para descubrir que no eres el mismo… y que, de algún modo, sigues adelante.






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